Split, la majestuosa ciudad del emperador romano sólo 6 kilómetros de la que fuese el conocido centro de Dalmacia, la ciudad cosmopolita de Salona, la cual en ese entonces contaba con 60.000 habitantes y con un sistema de sólidas murallas, numerosas torres, templos, palacios y centros termales, siendo esta localidad, hoy por hoy, el más grande complejo de monumentos de la época romana de Croacia.
La residencia de Diocleciano fue en su época una obra única, y a pesar de que diecisiete siglos de existencia continua le hayan robado muchas de sus características originales, como compensación la han ido enriqueciendo con obras arquitectónicas y artísticas realizadas posteriormente. Entre ellas, y como casi una ironía del destino, podemos mencionar el majestuoso mausoleo del último emperador romano pagano, que fue transformado en catedral católica consagrada a Duje – mártir cristiano, sacrificado precisamente durante el reinado del emperador Diocleciano. Esta catedral se distingue por sus célebres puertas de madera de nogal, obra del maestro Andrija Buvina y datadas en el año 1214.
Resistiendo con éxito a los cambios históricos, conviviendo profundamente con la ciudad, núcleo densamente poblado, repleta de mágicos palacios de piedra, la residencia de Diocleciano es hoy en día, un lugar donde se pueden encontrar alegres bodegas dálmatas en las que se saborean los típicos platos preparados con las delicias marinas, así como, el cordero, las “arambaši” de Sinj aderezadas con las más finas especies de vinos tintos. Split oculta en sus entrañas la más pequeña calle del mundo, llamada peculiarmente “déjame pasar”.
Este fantástico e irrepetible núcleo urbano, con toda razón, ha sido nombrado monumento de la más alta categoría y ha sido incorporado a la lista de UNESCO de los monumentos protegidos que pertenecen a la herencia cultural universal. Split es una ciudad que relata su historia no sólo con sus museos e iglesias sino que con su herencia, desde la época romana hasta nuestros días, a viva voz nos habla a través del Peristilo y las casas de piedra, mientras que el alegre espíritu mediterráneo emana y sale de las alegres tabernas. Aquí se siente el rumor de los rincones, estrechas calles y la belleza de su muelle. Y si sigue Vd. el enjambre de sus calles de piedra hasta llegar al mar, donde se mecen las pequeñas embarcaciones, tendrá la oportunidad de descubrir la ciudad en la que en cada rincón ha quedado marcada la huella de la presencia del célebre emperador y del santo Sv. Duje que éste en persona persiguió. Son una particular curiosidad de esta